Crítica publicada en el diario Tiempo Argentino, el lunes 21 de septiembre.
Como en las obras anteriores de Mariano Pensotti, la primera sorpresa que tiene el espectador se da ni bien entra a la sala. El escenario giratorio de El pasado es un animal grotesco y el dividido en dos niveles de Cineastas impactaban y daban indicios de la manera de contar que utilizará este autor y director. Su último trabajo, Cuando vuelva a casa voy a ser otro, genera esa misma curiosidad. Una plataforma elevada, un panorama con imágenes de la prehistoria y un cartel arriba del escenario rodeado de luces son algunos de los elementos con los que se encuentra el público mientras espera que comience la función.
Cuando empieza, esa maquinaria –que escapa a las formas tradicionales del manejo del espacio teatral– se pone en funcionamiento, sin detenerse. El panorama mostrará la evolución del mundo. La plataforma elevada es una cinta transportadora y será uno de los escenarios en donde los personajes vivirán sus historias. A medida que transcurra la acción, como una cebolla, se abrirán y desplegarán nuevos espacios, que dan profundidad y meten de lleno al espectador en los acontecimientos. Asimismo, la pantalla arriba del escenario, como en las películas del cine mudo, brindará información adicional y reforzará el relato.
Una anécdota personal que vivió el padre del director es el punto de partida y la excusa para construir un relato que tiene como base un tema universal que cuestiona a todos las personas: la identidad.
Dividida en cuatro capítulos y un epílogo, Manuel, Natalia y Damián se preguntan sobre ellos mismos, se cuestionan quiénes son y buscan una respuesta en su pasado. Porque siempre hay que volver al pasado para saber quién es uno en el presente y qué quiere llegar ser en el futuro.
Toda esta maquinaria escenográfica carecería de sentido sin el excelente trabajo de los cinco actores. La dinámica que generan entre ellos, la perfecta integración con esa estructura en permanente movimiento y la natural creación de nuevos personajes, sin confundir al espectador, son un reflejo de ese esfuerzo sin fisuras. Esto mismo se ve en una cuidada producción, en el trabajo de iluminación de Alejandro Le Roux y en la música de Diego Vainer. Cada uno de los elementos encajan en este complejo entramado de manera perfecta.
Si bien esta nueva puesta arrastra algunos conceptos de las dos últimas, también puede afirmarse que dramatúrgicamente es la que desarrolla una idea clara, precisa y profunda que atraviesa a todos los personajes y deja en el público interrogantes, al mismo tiempo que dispara el pensamiento. Cada espectador hará su propia reflexión ya que son muchas las imágenes, frases y metáforas que se desarrollan.
Cuando llegue a casa voy a ser otro puede resultar a primera vista más de lo mismo. Un análisis más profundo mostrará un afianzamiento de Pensotti como autor y director, en donde el aparato teatral incluye e integra todos los elementos –texto, actuaciones, escenografía, música e iluminación– para lograr una pieza compleja, con un lenguaje y una manera de contar única y personal. Quién no haya visto los trabajos anteriores del autor, se encontrará con una obra que lo involucra y lo toca, porque nadie es ajeno a plantearse, tarde o temprano, por su propia identidad.
La ficha
Dramaturgia y dirección: Mariano Pensotti
Elenco: Javier Lorenzo, Mauricio Minetti, Santiago Gobernori, Julieta Vallina y Andrea Nussembaum