Crítica publicada en el diario Tiempo Argentino, el lunes 8 de junio.
El Gauchito Gil, la Difunta Correa, San La Muerte y Antonio María son algunos de los referentes del devocionario popular argentino que ganaron su lugar en la fe del pueblo. Ellos movilizan a personas de diferentes partes del país que peregrinan hacia recónditos pueblos para honrarlos, buscar un milagro o agradecer.
A esta lista hay que sumar a Pilar Zaracho, conocida como La Pilarcita, que tiene su capilla en la localidad de Concepción de Yaguareté Corá, provincia de Corrientes. A esta niña, que murió aplastada por una carreta cuando intentó rescatar a su muñeca, se le atribuyen milagros y la gente se acerca a venerarla y dejarle muñecas como ofrenda.
La autora y directora María Marull toma como punto de partida esta fiesta popular para contar una historia pequeña, sencilla, pero profunda y rica en imágenes, que transportan al espectador a ese pequeño pueblo correntino.
Selva llega desde la ciudad de Santa Fe junto con su compañero, Horacio, para pedir un milagro. La falta de alojamiento los lleva a hospedarse en una habitación en la casa de Celina que, junto con su amiga, Celeste, se encargan de brindar la mejor atención a sus huéspedes. El calor y la humedad del mes de octubre, las diferencias sociales y culturales irán apareciendo en los breves encuentros entre estas tres mujeres. Pero también aflorarán los sentimientos más profundos de cada uno de estos personajes. Con una mezcla de ingenuidad, sentido común y sabiduría popular mostrarán su interior, sus pensamientos y sus deseos.
Tanto Paula Grinszpan (Celina) como Lucía Maciel (Celeste) lograrán, desde el comienzo de la obra, una fuerte conexión con los espectadores. Sus personajes, tiernos e genuinos, harán que el público se sumerja de lleno en sus vidas. El trabajo actoral de ambas, que sostienen con una natural perfección la tonada correntina, y el rol y vínculo que establecen sus personajes hacen que se destaquen, sin opacar al resto del elenco.
Luz Palazón, como Selva, logra el punto justo de contraste de la irritabilidad de los habitantes urbanos frente a esa parsimonia pueblerina. Pero al mismo tiempo, se muestra permeable y abierta para que ocurra el milagro. Finalmente, Julián Kartun, como Hernán, el hermano de Celina, será quien se encargue de completar los fragmentos que faltan de la historia a través de sus relatos cantados acompañados con la guitarra.
Con una puesta simple y sin demasiados artilugios que desvíen la atención de lo que ocurre en escena y fuera de ella, los elementos escenográficos sirven más como un soporte visual, al igual que la iluminación, que acompaña los momentos de los personajes.
La Pilarcita es una muestra de un teatro sin pretensiones, con un texto que se sostiene con muy buenas actuaciones y que tiene como objetivo contar una historia. Una historia simple, pero que deja en el aire interrogantes para que el espectador continúe reflexionando y saboreando el trabajo de estos actores
La ficha
Autora y dirección: María Marull.
Elenco: Paula Grinszpan, Julián Kartun, Lucía Maciel, Luz Palazón.
Sala: El camarín de las musas.