Crítica publicada en el diario Perfil, el sábado 23 de agosto.
Las máscaras lo permiten todo: horror, desesperación, desconcierto, burla. Pero también esperanza, felicidad, ternura. Los rostros de los dos clowns desangelados que se pasean entre los universos imaginados por el genio de Robert Wilson, creador de espectáculos difíciles de encasillar, permiten todo eso y más. Y sus instrumentos principales, el cuerpo y la voz, resultan los vehículos perfectos para acompañar al espectador a través de uno de los viajes más alucinantes que hayan aterrizado en los escenarios porteños.
Tratar de clasificar lo que sucede en el escenario del Opera Allianz durante The Old Woman, protagonizada por Mikjail Baryshnicov y Willem Dafoe en un dúo sencillamente perfecto, es imposible si se toma al teatro como un espacio convencional donde lo que se presenta tiene que tener un principio, nudo y final. Wilson concibe el teatro como una performance en la que los sentidos juegan el papel principal. Lo que el director estadounidense propone son fragmentos de reflexión sobre la esencia misma del mundo en el que vivimos, y la manera en que los ofrece y plantea son tan perturbadores como poéticos, capaces de sumir al mismo receptor en la desesperanza, la violencia y la emoción casi sin pausa, pero con un hilo conductor tan preciso como imperceptible.
Escrita en 1939 por el ruso Daniil Kharms, un escritor de vanguardia nacido en San Petersburgo en 1905 y luego perseguido, prohibido, encarcelado y exiliado en la Leningrado sitiada de los años de entreguerra, la obra cuenta una historia en la que el narrador es un escritor -quizá él mismo- que encuentra el cadáver de una anciana en su departamento. La esconde dentro de una valija, pero luego el cuerpo desaparece. Qué es real y qué imaginario nunca queda claro, y no importa demasiado. La escritura fragmentada en escenas que parecen sin sentido son el sello que el adaptador, Darryl Pinckney, le imprimió a pedido de Wilson.
Durante los cien minutos en escena, A y B, o Misha y Willem, una y otra vez, comparten textos que repiten, en ruso y en inglés, y que forman -se comprobará casi al final de la representación- parte de la misma historia. Hablan de la pérdida de conciencia cuando el hambre avanza; de mujeres ancianas que mueren aplastadas cuando caen de ventanas -“murieron de curiosidad”, dirá el bufón de Dafoe-; de si hay que temerle más a los niños o a los muertos -a los primeros, concluirán- y se someten, a sí mismos y al otro, a una serie de vejámenes y situaciones absurdas dignas de una de las parejas cómicas más célebres del cine clásico.
Es notable que los dos alcancen una sincronicidad tal que los gestos diabólicos y las voces graves del actor estadounidense se trasladen casi por arte de magia a los gorgeos delicados y cándidos del bailarín ruso, y viceversa. Los dos hablan, sí; pero también cantan negro spirituals, canciones de vodevil y tonadas rusas; bailan y, principalmente, actúan. Como los dioses.
La escenografía, diseñada por el mismo Wilson, es de una economía y belleza apabullantes. Todos los elementos burtonianos que diseña cumplen su función a la perfección. Y el sonido y la iluminación, precisos e inquietantes, se transforman en los otros dos personajes que completan la trama.
The Old Woman, un sueño que Wilson y Baryshnicov concretan al trabajar juntos, plantea la impotencia de estar vivo en medio de pesadillas, pero también de cómo, por un pequeño instante, el mundo puede parecer un lugar feliz.
La ficha
Autoría: Daniilkharms
Dramaturgia: Tilman Hecker
Adaptación: Darrylpinckney
Actúan: Mikhail Baryshnikov, Willem Dafoe
Vestuario: Jacques Reynaud
Escenografía: Robert Wilson
Diseño de escenografía: Annick Lavallee- Benny
Diseño de luces: A.j. Weissbard, Robert Wilson
Diseño sonoro: Marco Olivieri
Música: Hal Willner
Dirección técnica: Reinhard Bichsel
Dirección: Robert Wilson